domingo, 10 de abril de 2011

Reflexiones de Vic a L'Estany (21,4 Km)




¡BUEN CAMINO!

Este es el saludo de los peregrinos a Compostela.

El párroco de la iglesia de Figueras fue el primero que me dijo esta maravillosa frase.

Desear a otros que su andadura, su experiencia, su ruta, sea buena. Y deseársela a todo el mundo, la mayoría de ellos desconocidos. Y la réplica por parte de los otros… ¡buen camino!, es maravilloso ya que todos apuntando en la misma dirección: la catedral de Santiago.

Si hay alguna sensación que me preside ahora, o algunas de ellas, son el orgullo de estar en el Camino y de sentir la plenitud al haber tomado contacto con las cosas importantes, la mayoría de las veces, cosas pequeñas.

El camino es una experiencia que te permite contactar con lo que tú decides, completamente distinta de lo habitual, pues nadie te regala nada, y lo que se consigue es fruto del esfuerzo personal. No es cómodo, pero la libertad se encuentra más allá del área de seguridad. Y en el camino, y por encima de todo, uno se puede sentir muy libre.

Todo lo que te rodea genera una atmósfera de convivencia, de disfrute de la naturaleza, apreciando el viento, los sonidos o un trago de agua fresca como si fuera un extraordinario regalo del universo. Los parajes y los caminos son preciosos en muchos tramos, y la lluvia y el sol se confabulan para que vivas la naturaleza y tu propio esfuerzo desde un crisol absolutamente variado de puntos de vista.

Estás solo, pero formas parte de un todo que te trasciende, eres parte ya de un camino hollado por miles de peregrinos antes que tú y que será pisado por muchos otros después. Y sólo por el hecho de estar ahí y de entregar tu esfuerzo y tu energía, parte de tu alma ya se ha integrado en la vida de esta ruta. Mientras andas adquieres una seguridad, que te la da el hecho de pertenecer a la comunidad que peregrina. Se podría decir que es un pequeño ensayo de cómo sería el mundo si en vez del miedo y el competir, se viviera desde la confianza y el compartir. Y sinceramente, eso es muy atractivo. El camino de Santiago es un fiel reflejo de la profecía que se auto cumple: la realidad que vivo es la realidad que yo provoco a través de lo que yo creo que va a suceder; que supone una gran diferencia con la vida cotidiana de muchas personas marcadas por la resignación o la desesperanza, ya que en este caso, lo que se genera son mayoritariamente cosas buenas.

El camino te pone en contacto directo con tu cuerpo. Este ha sido el gran descubrimiento que he hecho hoy mientras andaba de Vic a L’Estany. Gracias al cuerpo puedes ser peregrino, y sobre todo gracias a pies, rodillas, piernas, hombros y riñones, que puedo decir con certeza las partes que uno exprime con más fruición. Tanto tiempo juntos, y tan poco atendidos, sin hacerles apenas caso.

He descubierto el cuerpo de nuevo, me he hecho su amigo, pero ahora la amistad es recíproca, y no como antes, solo para pedir. A partir de ahora voy a mimar a mis pies, hablaré a mis piernas, daré gracias a mis hombros e intentaré darles a todos lo mejor que tengo para su bienestar. ¿Y qué decir de mi corazón, y mis pulmones? La lista de agradecimientos no tendría fin….

No hay nada como el esfuerzo físico y el dolor para estar aquí y ahora. El presente es lo que hay, el cuerpo y la naturaleza traen continuamente nuestra atención al momento, impidiendo que el habitual parloteo mental se extralimite, como tiene a gala hacer con excesiva frecuencia. Es un volver al presente que te impide vivir más allá del ahora mismo, y que creo que es el gran reto del ser humano en pos de la felicidad.

El cubrir etapas en la peregrinación es una manera de compartimentar el acceso a la meta final. Si no se hiciera así, vería imposible hacer los 1.300 Km. a pie desde el Mediterráneo. Aquí toma plena vigencia el hecho de que un largo viaje comienza con un primer paso, y te acostumbras a ser realista con tus avances, y a aceptar los miles de pasos del camino como parte de su filosofía y aprendizaje.

El camino me va enseñado a ir paso a paso, a tomar conciencia de ellos, y que además puedo elegir con total libertad y sin condicionamientos como hacer y vivir la ruta, y lo más importante, como disfrutarla. He convertido mi ruta en un aprendizaje dinámico y pleno de disfrute, como por ejemplo el mojar mis pies en un riachuelo, parar a conversar con alguien, o a admirar un paisaje, o sencillamente oler y respirar profundamente, o desviarme y tumbarme en un prado. ¡Qué conexión con la naturaleza! Qué cantidad de árboles haciendo bóvedas de sombra en caminos rodeados del color verde, con subidas, bajadas, y el paisaje rural apareciendo a primeras horas de la mañana entre la bruma como si fuera una postal viva divisada desde lo alto de una loma.

Por todo lo que estoy viviendo, hoy siento un gran orgullo al poder decir que soy peregrino del Camino de Santiago y que hoy he estado en El Camino 4 horas y 40 minutos.