Como
pez fuera del agua, así se siente el peregrino en las grandes urbes del Camino.
La capital riojana no es, ni mucho menos, de las peores. La calle Ruavieja
enlaza con Barriocepo y ésta nos dirige a la plaza de Santiago, donde se
alza la iglesia homónima (aquí sellan y facilitan la credencial) que luce en su
fachada una talla de Santiago Matamoros. Más adelante, pasando bajo el arco
conocido como Puerta del Camino, llegamos hasta la fuente circular donde
nace la calle Marqués de Murrieta. Más de un kilómetro de acera, comercios
y peatones estresados nos llevan hasta las vías del tren y trescientos metros
más adelante, junto a un concesionario de Nissan, giramos a la izquierda para
continuar hasta el parque de San Miguel. Escenario del botellón de los
fines de semana, de día ofrece una cara más amable y menos ruidosa. Entre
jardines llegamos hasta el túnel de la circunvalación e inmediatamente al paseo
- llamado aquí vía verde - que conduce al parque de la Grajera (Km 3,5).
Un
tramo del paseo se encuentra flanqueado por cipreses y recuerda a las imágenes
de la Vía Appia, famosa calzada que partía desde el mismísimo foro de la
antigua Roma. Pasado un área de juegos infantiles y un área deportiva se
encuentra el dique del embalse de la Grajera, construido en 1883 sobre una
laguna con el fin de acumular el agua del río Iregua y regar las huertas
situadas al sur de Logroño. Hoy es un entorno recreativo envidiable donde
pescar, pasear, merendar o, simplemente, descansar (Km 5,8). Tras la presa se
llega en breve al aula didáctica medioambiental y se traspasan los límites del
parque por una pista asfaltada que avanza entre suaves lomas pobladas de vid.
Dejando a un lado el desvío al campo de golf (Km 8) iniciamos un exigente repecho
que nos obsequia con unas magníficas vistas: en primer plano las vides, una
masa arbórea rodeando al embalse en segundo término y al fondo Logroño. Con
este placer visual alcanzamos el alto (Km 9,2) y descendemos hacia
Navarrete junto a una valla metálica cosida por las cruces que van dejando los
peregrinos. La silueta de un toro de Osborne también nos acompaña en la bajada
y, ya en el llano, cruzamos finalmente sobre la AP-68 para llegar a las ruinas
del hospital de peregrinos de San Juan de Acre, fundado hacia 1185 por
Doña María Ramírez. Una recta nos separa de Navarrete, pueblo de alfareros
emplazado sobre el cerro Tedeón. La calle La Cruz rodea el casco urbano y
sube hasta la iglesia de la Asunción. Navarrete dispone de suficientes
establecimientos donde saciar el apetito, que ya aflora tras tres horas de
marcha (Km 12,7).
Junto
a la iglesia reiniciamos la maquinaria por la calle Mayor Alta y la plaza del
Arco para girar a mano izquierda por la calle Arrabal y proseguir de frente por
la calle San Roque. Pasado el cementerio, que luce la portada y los ventanales
del hospital de San Juan de Acre, tomamos un camino que se arrima a las vides,
los olivares y los árboles frutales que pueblan las huertas privadas. El camino
muere junto a la Cooperativa Vitivinícola de Sotés (Km 16,1), donde
cruzamos la carretera que se dirige a Sotés para tomar una pista asfaltada que
llega al borde de la autovía. Paralelos a la A-12 avanzamos hasta el desvío que
lleva a Ventosa (Km 18,1). Aquí tenemos la posibilidad de dirigirnos hacia esta
localidad- con albergue y varios bares - o continuar rectos. Escogemos la
visita a Ventosa y recorremos el kilómetro y trescientos metros de
pista arcillosa que nos separa de ella (Km 19,4).
Llegamos
así a la LR-341 y el Camino continúa por su arcén sin acceder,
paradójicamente, al casco urbano de Ventosa, sobre el que sobresale la iglesia
de San Saturnino. En breve, junto a la bodega Vallformosa, un camino
pedregoso nos guía hacia el alto de San Antón en corta y fácil subida
(Km 21,2). Desde esta atalaya la vista se despeja y nos muestra el valle
del Najerilla, terreno arcilloso cubierto, como no, de sarmientos retorcidos
dispuestos en terrazas separadas de monte bajo. La panorámica también descubre
Nájera, aparentemente cercana pero realmente distante. Bajamos hasta el paso
que salva la N-120 y continuamos hacia un repetidor de telefonía, situado en el Poyo
de Roldán, enclave donde tuvo lugar el legendario combate entre Roldán y el
gigante Ferragut. También nos sale al paso un guardaviñas, construcción
circular que servía de refugio a los agricultores y utilizado por los guardas
de campo para custodiar las cosechas (Km 25).
Nájera
sigue sin presentarse y tras una fábrica de áridos cruzamos el río Yalde por
un pequeño puente de madera y hormigón (Km 26). Nos alejamos de su cauce y tras
kilómetro y medio finalmente, ahora sí, cruzamos la N-120 (mucha precaución)
para entrar en Nájera. Sin embargo aún nos quedan dos kilómetros de
travesía urbana. Pasamos junto al polideportivo y continuamos por las avenidas
de Logroño y San Fernando hasta el puente sobre elrío Najerilla. Tras cruzarlo
hay que torcer a la izquierda y avanzar por el paseo paralelo al río hasta el
albergue (Km 29,6).