Cuenta la tradición que entre los muchos peregrinos
compostelanos que hacen alto en esta ciudad para venerar las reliquias de Santo
Domingo de la Calzada, llegó aquí un matrimonio alemán con su hijo de dieciocho
años llamado Hugonell, procedente de Ad Sanctos (Xanten en la diócesis de
Münster, pero hasta 1821 del Arzobispado de Colonia).
La chica del mesón donde se hospedaron se enamoró del
joven Hugonell, pero ante la indiferencia del muchacho, decidió vengarse. Metió
una copa de plata en el equipaje del joven y cuando los peregrinos siguieron su
camino, la muchacha denuncio el robo al Corregidor.
Las leyes de entonces (Fuero de Alfonso X el Sabio)
castigaban con pena de muerte el delito de hurto y una vez fue prendido y
juzgado, el inocente peregrino fue ahorcado.
Al salir sus padres camino de Santiago de Compostela,
fueron a ver a su hijo ahorcado y, cuando llegaron al lugar donde se
encontraba, escucharon la voz del hijo que les anunciaba que Santo Domingo de
la Calzada le había conservado la vida. Fueron inmediatamente a casa del
Corregidor de la Ciudad y le contaron el prodigio.
Incrédulo el Corregidor contestó que su hijo estaba tan
vivo como el gallo y la gallina que él se disponía a comer.
En ese preciso instante el gallo y la gallina saltando
del plato se pusieron a cantar.
Y desde entonces se dicen los famosos versos:
SANTO
DOMINGO DE LA CALZADA DONDE CANTO LA GALLINA DESPUÉS DE ASADA