sábado, 2 de abril de 2011

Reflexiones de Cantonigros a Vic (21,5 Km.)




Después de cada etapa y me siento en el ordenador para escribir en el blog, me doy cuenta de que no es mi objetivo dar un relato pormenorizado de mis etapas, ni de los albergues que se encuentran en cada una de ellas, ni de los aspectos prácticos que hay que tener en cuenta, ya que hay muchas páginas web que cubren sobradamente estos objetivos. Simplemente quiero compartir muy brevemente alguno de los regalos que cada vez que me pongo a caminar, el Camino me da.

Ahora, ya con ocho etapas, con más de 167 Km. andados durante más de 37 horas, pienso en mi primera etapa en Port de la Selva. En ese instante, no podía imaginar  la intensa experiencia personal que yo iba a protagonizar y que obviamente estoy protagonizando...

Es importante destacar la característica estrictamente personal que el Camino tiene para cada peregrino, ya que en el Camino hay muchos caminos y cada uno lo percibimos de una manera que no tiene porqué ser la de los demás. El Camino es lo suficientemente rico en experiencias como para satisfacer con creces a cada una de las personas que deciden hollar sus senderos.

Fue un instante especial aquél en el que salí de casa simplemente con una mochila escasamente cargada ya que era para estar unas pocas horas andando. Ése fue el primero de muchos momentos durante el Camino, en los que uno se da cuenta de lo innecesario y superfluo que tienen muchas de las cosas, de las situaciones e incluso de algunas personas que consideramos imprescindibles, del tiempo perdido en ellas... Y por ende de lo que es importante, de lo que realmente deseas llevar contigo en cada uno de los instantes de la vida, de las muchas personas a las que realmente aprecias y que sin estar ellas presentes te acompañan en cada quilómetro andado y de las situaciones en las que te conviertes en protagonista.

El primer paso en Port de la Selva fue, por un lado, el primer paso a Santiago, y por otro el enésimo primer paso de un semi olvidado camino a mi conciencia y de la trascendencia (la llamemos como la llamemos) de la que cada uno somos depositarios. La incorporación de dicho sentimiento en cada una de mis facetas vitales hace que experimente cada uno de los momentos de mi vida con una intensidad y un agradecimiento que me colman.

Ya con ocho etapas, he descubierto experiencias en cada uno de los pasos que he dado y ya puedo afirmar que es cierto, que el Camino es la Vida y la Vida es el Camino.

Tengo que seguir caminando (viviendo), pero ahora desde un nuevo punto de vista... soy peregrino, y algo dentro de mí me dice que ya lo seré siempre aunque algún día acabe este recorrido.