sábado, 30 de abril de 2011

Lo que aprendí el 30 de Abril



Santa Cecília de Montserrat. La primera documentación del monasterio de Santa Cecília de Montserrat data del año 900. Al parecer, 45 años después ya hay un cenobio en marcha, bajo la advocación de san Pedro, santa María y santa Cecilia, pero poco tiempo después ya era conocido como monasterio de Santa Cecília. En el año 956 se consagró el templo del cenobio. Y poco más se sabe de aquel periodo. El monasterio de Ripoll era el propietario de las cuatro iglesias que había a los pies y en las cumbres de Montserrat, pero en aquellos momentos del siglo X era mucho más conocido el monasterio de Santa Cecília, donde se recogían las donaciones populares. Por ese motivo fueron varios los obispos que se lo quisieron apropiar. El abad y obispo Oliba consiguió su dominio gracias a poderosas influencias.

A partir del siglo XIV hay una especie de acuerdo entre los monjes de Santa Cecília y los de Montserrat, que se irá convirtiendo en dependencia con el paso de los años, hasta que en el siglo XVI Santa Cecília pasa a pertenecer a la abadía de Montserrat y solo queda allí algún sacerdote más los sirvientes y los labradores que cultivaban las tierras.

Durante la Guerra de la Independencia Española (en 1811 y 1812) el monasterio sufrió saqueos e incendios. Durante el mismo siglo XIX se inició su restauración, que culminó en el siglo XX.

Después de la Guerra Civil de 1936-1939 aún había vida monástica, a pesar de que la comunidad se había dispersado. Habitaba el lugar un grupo de monjas benedictinas, procedentes de diversos conventos catalanes que habían sido expoliados, pero en el año 1950 lo abandonaron para trasladarse al monasterio de Sant Benet, erigido cerca de la colonia Puig.

Actualmente sólo se conserva la iglesia del siglo XI, rodeada de varias edificaciones.

La iglesia tiene un gran interés histórico y artístico que ha quedado eclipsado como recurso turístico por la proximidad de la abadía de Montserrat. Es una espléndida obra románica de tres naves –las laterales más cortas que la central– con un crucero y tres ábsides. Una pequeña espadaña, de factura también románica, corona la construcción. El templo cuenta con dos puertas de acceso, ambas a poniente: por una se accede a la nave central y por la otra a la nave meridional. En los ábsides se puede observar la decoración de arquerías ciegas y bandas lombardas. En la parte izquierda del ábside central se conserva un pequeño fragmento de pintura mural que se ha identificado como la cabeza de un obispo, junto con unas cruces rojas.






El pueblo de Castellolí se encuentra en un lugar privilegiado, al abrigo del collado del Bruc, un escollo difícil de superar antaño. El pueblo creció bajo la protección de su castillo, documentado desde el año 961, excepcional punto de vigilancia escrutador del quehacer cotidiano de la comarca. A medida que el camino real cobraba importancia, empezaron a construirse casas en sus cercanías, motivo por el que los restos del castillo quedan relativamente apartados del núcleo actual.

Del recinto del castillo tan solo se conservan algunos paños de muralla.

El acceso al pueblo ha perdido encanto desde la construcción de nuevas viviendas y edificaciones, con un evidente contraste entre la parte nueva y la antigua. La avenida de la Unió, que cruza la población, está flanqueada por casas bajas. Al llegar a las últimas construcciones del núcleo encontramos la iglesia nueva de Sant Vicenç. En 1940, para sustituir a la iglesia parroquial, en pésimo estado, se construyó este edificio novecentista de una nave con ábside y un pórtico que precede la entrada al templo, todo él de ladrillo. Un sencillo campanario corona el edificio en su lado oriental.

Por los cerros que rodean el pueblo se encuentran diseminadas numerosas barracas de piedra seca, o barracas de viña, sencillas construcciones rurales hechas únicamente con piedra.

La ciudad de Igualada nació en torno al año 1000, en el margen izquierdo del río Anoia, que da nombre a la comarca.

El nombre de Igualada procede del latín Aqualata, que significa “donde el río se ensancha”, un río que a lo largo de la historia ha provisto de agua a las curtidurías y de energía hidráulica a los molinos. En este lugar donde se ensancha el río hubo una fortificación avanzada del castillo de Òdena, situada por detrás de la iglesia de Santa Maria, en la actual plaza de Pius XII. Sin embargo, la ciudad debe buena parte de su desarrollo moderno a la proximidad del camino real de Barcelona a Lleida.

La capital de L’Anoia es una activa ciudad industrial, especializada en los sectores textil, de la piel y del papel.

La travesía de la ciudad se alarga mucho, con toda la zona industrial y largas avenidas que se estrechan a medida que nos acercamos al centro. El paisaje urbano cambia de forma radical a partir de la plaza del Rei, presidida por la fuente de Neptuno, inaugurada en 1832 para conmemorar la llegada a Igualada de aguas procedentes del Espelt.