sábado, 26 de febrero de 2011

Lo que aprendí el 26 de Febrero (1º parte)


Medinyà:  es un pueblo atravesado por el camino real, hoy convertido en la calle de Pere Roure.

Actualmente la carretera pasa por fuera del núcleo urbano. En la calle de Pere Roure, en la esquina con la calle de la Font, se puede ver el edificio del antiguo hospital que ofrecía acogida y servicio a los viajantes y, obviamente, a los peregrinos que transitaban por esta ruta.

Preside el pueblo el conjunto de la iglesia y el castillo de Medinyà, documentado desde principios del s. xi, del que se conservan algunos portales y varios muros.


Sarria de Ter: Este pueblo está formado por los núcleos de Sarrià de Dalt y Sarrià de Baix. Sarrià de Dalt, más antiguo, está situado en el sector montañoso del término. Estuvo habitado ya en época romana, como demuestran unos vestigios, hallados en 1970, que corresponden a una villa del s. i a. C.

El núcleo de Sarrià de Baix, por el que he pasado yo,  se originó a principios del s. xix. El Camí de Sant Jaume se adentra en el pueblo por la calle Major, por donde antiguamente pasaba el camino real de Girona a Francia. En esta calle hay buenas muestras de arquitectura modernista, como el edificio de Rafel Masó, que antiguamente albergaba los colegios municipales. Al final de la calle se halla la iglesia parroquial de la Mare de Déu de la Misericòrdia. Aunque su  construcción se inició en 1800, la finalización de las obras no se produjo  hasta 1925 a consecuencia de la Guerra del Francés, durante la cual el templo estuvo ocupado por las fuerzas francesas, que primero lo utilizaron como lugar de aprovisionamiento y después como hospital de guerra.
Girona: El río Onyar divide la ciudad de Girona en dos sectores perfectamente diferenciados. A la orilla derecha del río, sobre un cerro alargado, se recortan las torres y siluetas del núcleo antiguo, dominado por la catedral. Al otro lado del Onyar se extiende la ciudad moderna. Los orígenes de la población se remontan a la Gerunda romana, que hacia el s. i a. C. fue un campamento militar situado en un punto estratégico para controlar la Vía Augusta. Pese a las dimensiones actuales del municipio, la monumentalidad gerundense se concentra en un área muy pequeña que se corresponde con la extensión de la ciudad romana.

La comunidad hebrea ejerció una influencia muy importante durante los s. xiii y xiv. El Call (nombre que recibe el barrio judío) se conserva en bastante buen estado. Durante la Edad Media, las antiguas murallas romanas dejaron paso a otras nuevas, que se prolongaban hasta los nuevos Arriba, las coloristas casas del Onyar.

Tras los devastadores asedios sufridos por la ciudad durante la Guerra del Francés (1808 y 1809), la ciudad experimentó grandes cambios a raíz de la industrialización y se inició el desarrollo urbano que prosiguió hasta el siglo siguiente.

En 1983, la totalidad de la fachada fluvial del Onyar fue objeto de un plan de rehabilitación modélico. Los campanarios de la catedral y de Sant Feliu enmarcan este vistoso conjunto. En su parte posterior, el núcleo antiguo, joya arquitectónica de la ciudad- conserva bastante bien la mayoría de sus edificaciones. Destaca la calle de la Força, cuyo trazado largo, umbrío y escarpado coincide con el de la Vía Augusta. Durante la época romana y medieval fue la calle más importante de la ciudad. En su último tramo se encuentra el Museo de Historia de la Ciudad, ubicado en el antiguo convento de Sant Antoni (s. xviii).

Por los alrededores de la calle de la Força serpentean las oscuras y estrechas callejuelas que forman el Call, uno de los núcleos medievales mejor conservados de Europa. Pasear por este barrio supone sumergirse en un ambiente de tranquilidad que transporta a otras épocas. Subiendo por la calle de Sant Llorenç se halla del Centro Bonastruc ça Porta, la última sinagoga de Girona, que actualmente alberga un centro de estudios dedicado a seguir la huella hebrea en España. Del edificio, del s. xv, destaca el patio interior, lleno de plantas y flores, con un mosaico de la estrella de David.

Entre las calles de Sant Llorenç y Manuel Cúndaro ascienden las escaleras de la Pera, también conocidas como la subida de la catedral. Al principio se hallaban ahí los antiguos baños públicos del Call, edificio gótico reconvertido posteriormente en sede de la pavordía que administraba los
bienes materiales de la catedral. Justo delante se encuentra el monumento a los constructores de la catedral de Girona, obra de Subirachs (1986).

Girona dispone de muchísimos más lugares de interés que merece la pena conocer y visitar, pero que superan el ámbito de esta guía o, por lo menos, rebasan ampliamente el tiempo que un peregrino puede dedicar a conocer la ciudad. Una visita más pausada no debería pasar por alto la plaza de la Independència, las casas del Onyar, la rambla de la Llibertat, la iglesia de Sant Feliu, la torre Gironella, la muralla o la plaza del Vi.