sábado, 28 de mayo de 2011

Reflexiones de Cervera a Anglesola (16,8 Km)



Hoy más que reflejar mis reflexiones entre Cervera y Anglesola, quiero comentar que hoy además de “pisar” el Camino de Santiago he “pisado” una de las rutas emblemáticas de Cataluña como es la ruta del Cister.

La contribución de las órdenes religiosas a la vida y la sociedad de la Europa medieval fue decisiva, no sólo en el mundo religioso sino también en los campos de la cultura, el arte, la ciencia y la economía. Cataluña no fue en modo alguna una excepción a esa premisa. Desde el siglo IX el condado de Barcelona obtuvo la supremacía sobre los condados vecinos y el matrimonio del conde Ramón Berenguer IV con Petronila de Aragón (1150) representó la unión dinástica de Cataluña y Aragón.

En una primera etapa de repoblación, que afecta a la llamada «Catalunya Vella» (‘Cataluña Vieja’), que se extiende por encima de la línea que une a Barcelona con el interior de las tierras peninsulares, las fundaciones monásticas predominantes fueron las de la orden de los benedictinos, que dieron centros de la importancia de Sant Pere de Rodes, Ripoll, Montserrat, Sant Cugat del Vallès y un largo etcétera, algunos de estos monasterios he tenido la suerte de conocerlos en etapas anteriores.

A partir del siglo XII se produce una segunda etapa, en la llamada «Catalunya Nova» (‘Cataluña Nueva’), en el sector meridional, resultado de la repoblación de las tierras de la antigua diócesis de Tarragona y la conquista a los árabes de las importantes taifas de Tortosa (1148) y Lérida (1149). Ese momento coincide con el esplendor de la orden monástica de los cistercienses, rama de la anterior formada en el monasterio borgoñón de Cîteaux (Cister en latín), que se extendió por toda Europa a partir de la figura decisiva de San Bernardo de Claraval. Los soberanos catalano-aragoneses confiaron a esos monjes la fundación de grandes centros dotados de abundantes terrenos agrícolas que dieron vida a la economía y demografía de los nuevos territorios.

La vitalidad y la importancia patrimonial de los monasterios cistercienses se reflejan en los conjuntos monumentales que son el objeto de la lllamada «Ruta del Cister». Ruta formada por los Monasterios de Santes Creus, Poblet y Vallbona de les Monges, situados en tres comarcas vecinas del interior catalán —Alt Camp, Conca de Barberà y Urgell—, al límite de las tierras de Tarragona y de Lleida.

Hoy las iglesias que he visitado, me ha sorprendido, la  arquitectura,  como reflejo del espíritu de los monjes. Las dependencias monacales se organizan en unas disposiciones arquitectónicas que reflejan perfectamente el espíritu de las comunidades que las habitaron y las reglas estrictas que las presidían. El gran claustro es el centro de la vida monástica y el núcleo de las restantes construcciones. A su alrededor se levantan la iglesia, la sala capitular —lugar de reunión de la comunidad—, la biblioteca, el refectorio o comedor, la cocina, el calefactorio y el locutorio. El dormitorio acostumbraba a estar situado en el primer piso.

Otras dependencias, como la bodega, la sacristía, la sala de novicios, entre otras, se distribuían de manera menos fija. Era frecuente la presencia de una enfermería, habitaciones destinadas a la presencia de la familia real, zonas para los novicios, etc., a menudo alrededor de un claustro secundario situado en la parte posterior del monasterio. También era habitual la presencia de grandes murallas defensivas.
Rodeando ese núcleo central donde se concentraba la vida estrictamente monástica, de clausura, se levantaron nuevos recintos donde se situaban locales de tipo administrativo y también palacios abaciales, hospitales, capillas para nobles o servidores del monasterio, casas para los artesanos y personas que dependían de la comunidad. Las explotaciones agrícolas y ganaderas se encontraban a menudo a cierta distancia, en las llamadas «granjas», algunas de las cuales han perdurado hasta nuestros días aunque no en su finalidad primitiva.

La pervivencia de esos monasterios al largo del tiempo y los avatares de su historia explican que el visitante pueda contemplar ejemplos de arte de estilos muy diversos. Pero predomina de manera indiscutible, como corresponde a la época en que se inició su construcción, el estilo de transición del románico al gótico, que en la historia del arte también se conoce por estilo cisterciense, caracterizado por una cierta austeridad, propia de los principios que marcaron la aparición de la orden.

Realmente el Camino de Santiago, es una autentica enciclopedia para quien desee sumergirse en ella.